Me dijiste “acércate”…
y la a sonó
como un aullido;
la primera c me supo
a tu corazón;
la é, la primera,
con su tilde bailando
sobre su lomo,
se presentó ebria;
la r fue roja,
ensangrentada…
la segunda c quiso ser
la calma de este mar
que, ahora, nos ahoga;
la a, la segunda,
adoptó la forma
de aquel abrazo;
y la e, la última,
se empeñó en ser
la esperanza.
Me dijiste “aléjate”…
y la a dejó de ser aullido
para tornarse en angustia;
la l sonó como
el llanto de un niño asustado;
la e, con su tilde
acariciando su espalda,
se tornó evasiva y escurridiza;
la j fue como
una jauría de palabras mudas;
la segunda a quiso
abrir las puertas del infierno;
la t solo pudo
querer tenerte a su lado;
y la e, que salió de tu boca
cabalgando el último aliento,
pretendió evaporarse,
dejándome a solas
con tu ausencia.
Sergio Cernadas
Corcubión, 8 de setembro de 2012